Volver sobre los mismos esquemas de iluminación pueden ser repetitivo y aburrido, además las tendencias y las modas pueden cambiar y puedes, si no estás a la última, encontrarte con un acabado desfasado y por tanto poco vendible. Algo que no ayuda al desempeño de un fotógrafo profesional.

La fotografía de productos alimenticios es un área especializada del la fotografía publicitaria de bodegones.

Hay que trabajar minuciosamente, estar al tanto de todo detalle por lo reducido del objeto, ser ordenado y escrupulosamente limpio, estar dotado de una elevada capacidad de aguante y paciencia y contar con un grado de originalidad y creatividad que te distinga y cree diferencias.

La luz hay que emplearla adaptándola a las exigencias del cliente y a las necesidades del producto, por tanto la comunicación con el cliente y del fotógrafo con el alimento es vital para manejarse en la escena.

La iluminación puede ser diurna , de estudio con flash o tungsteno , o una combinación de ellas y va desde una sola fuente de luz hasta complicados composiciones múltiples.

Es el estilo del fotógrafo o las tendencias las que marcan las pautas de un trabajo, pudiendo ir de una profundidad de campo mínima con luces frías y limpias a una iluminación cálida con todos los elementos enfocados.

A mi particularmente me gusta fijarme en lo que voy a fotografiar y ver qué hacer para que el producto consiga expresar de la mejor manera lo que se quiere conseguir independientemente de modas y tendencias.

La diferencia entre una buena fotografía y un fracaso radica en el buen o deficitario uso de la luz.
Se puede estar ante el producto más atractivo del mundo, haber conseguido una profundidad de campo adecuada y un enfoque y exposición correcta, que si patinas con la iluminación, acabas arruinando el producto, estrechando sobremanera su potencial comercial y publicitario.

Hay que entender la luz y saber usarla para pasar de una fotografía ya vista a otra de primera clase.